top of page
Buscar

El inicio de mi historia

  • morfinursula
  • 6 feb 2024
  • 3 Min. de lectura
ree



Hace dos años sentí súbitamente ganas de ser mamá.


Me estaba mudando de México a Estados Unidos y sentía una prisa tremenda de que "pegara" rápido. Fui con mi ginecóloga y le insistí en hacer un plan para irme embarazada. 


Recuerdo que le pedí inducir la ovulación a través de medicamentos tomados. En ese entonces tenía un diagnóstico de Síndrome de Ovario Poliquístico (SOP) pero poco quería entender su raíz y más me importaba dejarlo de lado un ratito y hacer las intervenciones posibles para embarazarme. Hasta ese momento en mi vida, llevaba más de 13 años tomando pastillas anticonceptivas y tenía cero conocimiento de mi ciclo.


Sorprendentemente las dos intervenciones funcionaron, felizmente me embaracé y tristemente los dos, los perdí.


Desde ese momento y desde un lugar de profundo dolor y enojo empecé un caminito que me ha llevado a sentir que hoy soy otra Ursu. Mi vida aislada en el bosque me sirvió para enfrentarme a mi misma. Aproveché el silencio y por primera vez me escuché. Lo primero que hice fue sentarme a conectar con mi verdadero deseo de maternar y sobre eso tengo mucho que decir, pero será más adelante en otro contexto. 


Por primera vez investigué sobre mis hormonas, entendiendo de raíz el SOP y ahora también el nuevo diagnóstico derivado de mis pérdidas: Hipotiroidismo o Enfermedad de Hashimoto. Todo lo que leí y escuché al respecto apuntaba a cambios de hábitos y eliminación de tóxicos en casa. Confieso que me sentía muy abrumada, teniendo que cambiar todos los productos de limpieza, maquillajes, detergentes, limpiadores, esmaltes de uñas y un sinfín de productos que posiblemente dañaban mi fertilidad. Aunque sentía cierta paz en encontrar un "to do list" que me acercara lo que más quería en la vida, ser mamá, me sentía totalmente perdida entre conceptos como parabenos, flatalatos, petroquimicos.


Decidí empezar con poquito, con pasitos. Me metí a un curso, compré suplementos y un medicamento prescrito, probaba nuevas recetas y evitaba algunos alimentos. Cada ida al súper empezaba a buscar algún producto que no contuviera una de esas palabras complicadas. Aunado a esos pequeñísimos cambios, arriba de mi escritorio escribí una frase que hasta hoy me guía, surrender to the process. Solté expectativas de tiempo y dejé de compararme con mis hermanas y amigas.


A los cuatro meses me enteré que estaba embarazada de Lua.


Cada vez que cuento esta parte de la historia, me parece mágica y estoy segura que Lua y yo nos elegimos desde antes pero que ella llegó en su tiempo perfecto. Yo creo en magia pero traducida al contexto de esta historia, la magia sucedió desde dentro, desde cada pequeño cambio que hubo.


Afortunadamente tuve un embarazo sano y pude disfrutarlo muchísimo. Me sentía bien sabiendo más acerca de mi propia fortaleza, no solamente física sino mental y espiritual.


Se acercaba la hora de parir y vivir fuera de México sabiendo que no estaría mi doctora guiándome, me hizo investigar a fondo las opciones para traer a mi bebé al mundo. Tomé un curso y aprendí mucho, muchísimo. Aprendí tanto que decidí confiar una vez más en mi cuerpo y parir sin epidural. Afortunadamente Lua y yo estábamos en condiciones óptimas para hacerlo y lo logramos.


Ese parto, ha sido el gran parteaguas en mi vida.


A partir de ahí reconozco y compruebo en mi y en todas las mujeres el poder que tenemos. Esa primera señal que se había prendido cuando investigaba sobre mis hormonas y que me decía que yo me encargara de nutrir a mi cuerpo para lo que yo lo quería, cobró mucho más poder. Poder parir a Lua usando nuevamente la fortaleza de mi cuerpo me hizo sentir completamente empoderada.


Meses después, enredada en el posparto y la crianza de mamá primeriza descubrí unos productos naturales que resonaron con el mismo poder del cuerpo y que se converitirían en mi alquimia.


Me encontré como mi propia boticaria, jugando con la naturaleza para activar y sanar partes de mi cuerpo y ahora las de mi bebé también.


Empecé copiando las recetas que usaba mi muy querida amiga Vane con sus hijos y sin duda alguna yo quería ser esa mamá también.


Los aceititos se han convertido en un recordatorio diario de mi magia interna, de que regrese a mi cuerpo, de que me escuche, de que tenga paciencia, de que antes del Tylenol, pruebe tomar más agua y ponerme menta en la nuca. 







 
 
 

Comentarios


¿Quieres leer más historias? 

bottom of page